Parte 1: El pasado y futuro rey

Dennis Noyes
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Parte 1: El pasado y futuro rey

Mike Hailwood por Dennis Noyes

Viernes por la noche, día 20 de marzo de 1981, Mike Hailwood, cuarenta y un años de edad, decide llevar a su niño de tres años y su hija de nueve a comprar «fish and chips» (pescado y patatas fritas) a las afueras de Birmingham. Dijo a su mujer que volvería pronto, pero en la autopista, bajo una lluvia intensa, sube una colina para encontrar un camión TIR haciendo un cambio de sentido ilegal en plena autopista. El camionero había encontrado un hueco entre los «guard-rail» y lo aprovechó para dar la vuelta. El coche de Hailwood se metió debajo del trailer del TIR. Primero murió la muchacha; el niño escapó con heridas leves, pero Mike agonizó desde el viernes por la noche hasta el lunes por la mañana antes de morir.

«Mike the Bike» Hailwood, nueve veces campeón del mundo del Continental Circus y también campeón del mundo de Fórmula TT-1, no solamente fue, en la opinión de muchos, el mejor piloto de todos los tiempos, junto con su gran rival y amigo Giacomo Agostini, sino uno de los hombres más queridos en el ambiente de la moto. Su larga carrera deportiva comenzó en 1957 con una MV 125 cc. y terminó en 1979 con una Suzuki RG 500, cuando ganó su ultimo Tourist Trophy. Pero de no haber sido por el abandono de Honda en 1968, Hailwood hubiera ganado más campeonatos. Entre su noveno título y el décimo, el TT-1, transcurrieron once largos años. Pero un piloto no se mide solamente por el número de títulos ganados, sino por la leyenda que deja..., porque cuando se muere, del hombre solo quedan las leyendas, y son las leyendas las que nos inspiran a futuras generaciones de pilotos.

El mundo de la moto está de luto. Ha muerto el gran «Mike the Bike», el que apareció en 1957 como joven promesa, flaco y tímido, y que hizo época entre 1961 y 1967, llevando con coraje y precisión las bellas y rugientes MV Augusta y las súper-potentes y difíciles Honda «cuatro válvulas» de cuatro y seis cilindros. Hailwood corrió y ganó en todas las categorías, desde 50 cc. con Itom, en Inglaterra, y 125 cc. con Ducati (su primera victoria del mundial en el Ulster de 1959), pasando por las cilindradas de 250 cc., 350 cc. y 500 cc. y rubricando su gran carrera con el campeonato del mundo de Fórmula TT-1 con una Ducati 900 SS.

El mundo no se detiene cuando se muere un héroe y el trabajo cotidiano del periodismo sigue aun cuando uno trabaja con lágrimas en los ojos. Mike, el hombre que no quiso ser leyenda, ha muerto bajo la lluvia inglesa, acompañado por su hija de nueve años, una cruel conclusión de una gran vida.

Como homenaje a Mike Hailwood, os ofrecemos hoy una biografía escrita en 1975 antes de su retorno a la Isla de Man..., retorno que parecía improbable, por no decir imposible en aquella fecha..., pero retorno que se produjo. Yo no sé qué extraña intuición me hizo poner el titular de «El pasado y futuro rey»; quizá es que, en el fondo, mientras escribía en la primavera del ‘75, seguía viendo a Hailwood otra vez sobre una moto y ganando.

Y al final, en 1978,  once años después de dejar los mundiales, Hailwood volvió del pasado e hizo lo imposible. Las leyendas son las únicas verdades que existen. Todo lo demás es mentira.

Aquí, el hombre y la leyenda de «Mike the Bike».


1ª Parte: El pasado y futuro rey

Mencione usted el nombre de cualquier buen piloto en un «pub» inglés después de una carrera de velocidad e inmediatamente los aficionados se dividirán en partidarios y contrarios.

Si salen los nombres, por ejemplo, de Agostini y Read entre las alabanzas, algún fanático del TT. dirá que les falta algo, porque «no se atreven» a volver a correr en la Isla de Man.

«¿Peter Williams y Dave Croxford? » Habrá quien diga. «¿Pero hablamos de pilotos que quieren ganar o de tradicionalistas de la mecánica de la Edad de Piedra?» Y ahí empezaría una disputa sobre los méritos y defectos de la Norton Comando/John Player que bien puede terminar en gritos y golpes sobre la mesa, sin que nadie se rinda.

Ahora, en nuestro «pub» hipotético, el abuelo, habiendo escuchado a todos sin estar de acuerdo con nadie, pide al «barman» una jarra de cerveza negra, saca la pipa de la boca y empieza a pronunciar sentenciosamente las siguientes palabras (lleva levita de la primera guerra mundial y botas Wellington; delante del «pub» le espera bajo la lluvia y la neblina su fiel Velocette LE y siempre dice lo mismo cada sábado por la noche):

«Como Freddy Frith no habrá otro, ni hablar. Cuando Geoff Duke colgó las botas terminó la época de los grandes corredores. Yo me acuerdo, como si fuera ayer, de los entrenamientos de 500 cc. en “la Isla en 1935". Llovía, tronaba, y yo tomaba el té con Stanley Woods en Douglas...» «Pero una cosa -dice un chaval con melenas y chaqueta de cuero negro estilo Brando-. Dígame, ¿qué haría este Freddy Frith con una verdadera moto? ¿Con una Yamaha TZ-750?»

Indignado, él que se acuerda de los entrenamientos del ‘35 con todos sus truenos, contesta: «Pues la echaría al mar. ¡Sí, señor! Al mar con ella y con todas las dos tiempos con sus chillidos de gato escaldado.»

Y así seguirá la cosa hasta que alguien mencionase el nombre que les pondría a todos de acuerdo..., el de «Mike the Bike» Hailwood.

Así́ es Inglaterra, un país que está habitualmente en huelga, que vive al borde de una guerra civil en Belfast..., un país donde es rarísimo encontrar un acuerdo general sobre las cosas. Y por eso parece un milagro que exista una opinión unánime sobre quién es el mejor piloto inglés de todos los tiempos. A Phil Read le llaman «el príncipe de la velocidad», pero a nadie se le ocurriría preguntar quién es el rey. Hailwood es para los aficionados ingleses como el legendario Arturo de Camelot, «el pasado y futuro rey». Del futuro ya hablamos más tarde, pero ahora vamos a volver al pasado, a la primavera de 1957. El escenario: Oulton Park, Inglaterra.

El joven aristócrata y la MV

Los debutantes en el mundo de la velocidad suelen empezar con una moto vieja, tal vez de calle, con algún amíguete nervioso que cambia las bujías, y con muchas ilusiones, eso sí. Pero Mike Hailwood llegó a su primera carrera en Oulton Park el día de Pascua de 1957, acompañado de su padre, el multimillonario y poderoso hombre de negocios Stan Hailwood. Los dos Hailwood viajaban en un gran Bentley con chófer (uniformado y con las botas de media caña). En los boxes les esperaba un equipo de mecánicos profesionales con una MV Agusta 125, prestada por el importador inglés. El chófer abrió la puerta y salió un muchacho flaco, de diecisiete años, que estrenaba su primer mono de cuero.

«No me hice ilusiones -dice Hailwood en su autobiografía-.» No quería hacer de las carreras mi vida. Sólo me parecía un buen "hobby”, nada más.

En su primera carrera contra pilotos de talla nacional quedó en un respetable duodécimo puesto. Salió muy mal, pero fue escalando posiciones. Bill Webster, importador de MV, corredor de primera categoría y un buen amigo de Stan Hailwood, esperaba a Mike en la carrera para poder seguirle, observar su estilo y juzgar sus posibilidades... era una especie de detective privado para el hombre de negocios de Oxford.

Hombre de negocios

«Bueno -dijo el padre con impaciencia, mientras Webster se sacaba el casco-, ¿qué te pareció el muchacho?»

«Me parece un futuro campeón.»

«¡Qué disparate!» -respondió el señor Hailwood, sin poder ocultar su alegría.

Una semana después, Mike logró terminar cuarto con la MV 125 y quinto en 250 con la MV monocilíndrica de 175 cc. La semana siguiente, en Bradford Camp, Dorset, con la MV 125, conseguía su primera victoria. Cuando le preguntaron a su padre qué pensaba del primer triunfo de Mike, contestó: «No hemos empezado todavía.» Siguieron más victorias y todo fue bien, hasta que la joven revelación de 1957 se enfrentó con dos campeones del mundo: John Surtees (500) y Cecil Sandford (250), en la misma carrera.

«Para mí las reputaciones no significaban nada. No veía por qué no podía ganar a los dos. John y yo salimos juntos en 250 cc. por delante de Sandford.»

«Seguí́ a Surtees de cerca durante varias vueltas, pero cometí un pequeño error. Mi rueda delantera tocó el césped y me encontré volando por el aire. Me rompí la clavícula y casi pierdo la moral.»

Después de esta caída Mike volvió a las pistas con una actitud madura. Ya sabía que existían límites y campeones que iban al borde de los mismos. En 1958, habiendo pasado el invierno en Sudáfrica, donde ganó el campeonato sudafricano, empezó su carrera internacional. A principios del ‘58 se encontraba en el garaje de los Hailwood, en Oxford, todo un conjunto de motos de carreras: Itom 50, Paton 125, MV 125, Ducati 125, NSU 250 y un par de Norton Manx de 350 y 500. El «hobby» se había convertido en algo serio. Rotuladas en el carenado de cada moto de la Ecurie Sportive (nombre de su escudería) figuraban las palabras «For the love of the sport» (Por el amor al deporte).

Al final de 1958 Hailwood era campeón de Inglaterra en 125, 250 y 350, y lo más importante y espectacular, quedaba cuarto en el Mundial de 250 y sexto en 350 c.c. En 1959 ganó su primer Gran Permio, el TT de Ulster con Ducati 125cc y ganó delante de Gary Hocking y Ernst Degner. En 1960 con Mondial y Ducati, acabó quinto sin podios en 250cc… el año gris antes de conseguir el primero de los nueve títulos.

Todo lo que sigue ya es historia. En 1961 Hailwood se situaba entre los mejores del mundo, ganando el Campeonato Mundial con una Honda 250 particular, logrando tres victorias en el TT., y si no hubiera sido por una rotura de bulón en el pistón de su AJS 350, dominando las cuatro categorías. Su victoria en 500 cc. en «la Isla» fue lo más señalado, porque lo hizo con una Manx Norton frente a la MV de fábrica de Gary Hocking. (Hocking abandonó con problemas de puño de gas.) En aquellos tiempos el TT. era todavía el circuito más prestigioso de los mundiales. Después de su victoria con Norton en la Isla, Mike hizo cuatro segundos seguidos detrás de la MV de Hocking y al final de esta racha vino un señor italiano para visitar a Mike Hailwood. Un conde... el Conde Domenico de Agusta.

«No trató de persuadirme ni me ofreció un contrato para correr con MV. Sólo me dijo, más bien me ordenó, que pilotara sus MV en el Gran Premio de Italia. Yo respondí: ¡Sí, señor!»

En Monza, Hailwood ganó con la 500 y quedó segundo con la 350 (detrás de Hocking, con la otra MV). El joven aristócrata y el conde se pusieron de acuerdo. Trato hecho. Hailwood era piloto oficial de MV para 1962.

Mujeres, alcohol y muerte

Al firmar con MV Hailwood se encontraba como piloto del más prestigioso equipo del mundo, compañero de equipo de Gary Hocking, campeón en título de 500cc. Además, tenía en su haber el título de 250, conseguido con una Honda particular frente a los oficiales de la marca japonesa.  Era un hombre joven y rico que durante tres años se había dedicado exclusivamente a la moto. Como era de esperar, al terminar la temporada del '61 Hailwood decidió permitirse algunos lujos. Pero lo que empezó como un juego se convirtió en una juerga continua, que por poco le cuesta la reputación ganada a base de un duro trabajo de años.

Fue un invierno loco. El contrato con MV le había dado una nueva independencia económica. Ya no estaba bajo el control de su padre. «Yo y algunos amigos alquilamos un piso de lujo en Londres y nos lo pasamos en grande. Demasiadas mujeres pasaron por mi vida en muy poco tiempo.»

Bebía excesivamente e iba todas las noches a fiestas que terminaban alrededor de las ocho de la mañana del día siguiente. No dormía casi nada y poco a poco esa vida que llevaba le dejó huellas en la cara. Mike empezó la temporada de 1962 en mal estado físico y psíquico... Era un hombre cansado. Este año corrió rodeado por las sombras de la muerte. Primero se mató en el TT. su buen amigo Tom Phillips. Phillips, con su Honda oficial de 350, no tenía motor suficiente para seguir a Hailwood y Hocking y sus MV de fábrica. En un esfuerzo desesperado por mantener el contacto con los líderes corrió demasiados riesgos en un circuito que raras veces perdona los errores. La muerte de Philips frecuentaba tanto los sueños de Gary Hocking, compañero de equipo de Hailwood y dos veces campeón del mundo, que, después de una aparatosa caída en el G.P. de Holanda, Hocking decidió retirarse de la competición, romper su contrato con MV y volver a su país natal, Rodesia. Pero Hocking no pudo vivir alejado del ambiente de las carreras y retornó a las pistas con un bólido de cuatro ruedas, matándose en una sesión de entrenamientos poco después de empezar a correr en coches.

Para Hailwood fue un tiempo difícil y doloroso: dos de sus mejores amigos desaparecidos en un espacio de pocas semanas. El veterano y seis veces campeón del mundo, Jim Redman, amigo de Hailwood y de los dos malogrados pilotos, dudaba entre continuar o retirarse. Y Hailwood también tenía que enfrentarse con esa sombra que le esperaba en todas las curvas. Pero al fin llegó a una resolución: Borrarla, olvidarla, concentrarse no en las sombras, sino en la cinta de asfalto tridimensional que pasaba debajo de las ruedas de su gran MV.

Mike se acoplaba bien a sus nuevas monturas rojas y el conde Agusta no tenía motivos para sentirse defraudado. Aunque la MV 350 no era competitiva frente a la nueva Honda 4 de Redman, Hailwood, con la 500 «4» era verdaderamente intocable, batiendo casi todos los récords en los circuitos del Continental Circus y ganando el título de 500. 1962 fue el año clave para Hailwood. Empezó la temporada en mal estado físico y tuvo que moderar su «dolce vita»; pero algo más importante, la pérdida de los amigos, Philips y Hocking, le hizo dominar sus inquietudes respecto a la muerte.

Según Hailwood, «Hay que seguir en el trabajo o dejarlo de una vez. No se puede seguir con las carreras, pensando al mismo tiempo: El pobre fulano se mató haciendo lo que estoy haciendo ahora. Vivimos en este estrecho margen entre la vida y la muerte. Preocuparnos por esto, no ayuda a mantener la concentración. Y más allá́ de 200 Km/h., la concentración es la vida.»

El conde de Agusta y Mike the Bike

A través de los años, los condes Agusta han escogido los mejores pilotos del mundo para montar sus rojas y clásicas cuatro tiempos: Les Graham, Gary Hocking, John Surtees, John Hartle, Alan Shepard, Bill Lomas, Tarquinio Provini, Carlo Ubbiali, Mike Hailwood, Giacomo Agostini, Angelo Bergamonti, Alberto Pagani, Phil Read y Giafranco Bonera. Cada uno de esos famosos corredores ha sentido sobre sus espaldas la enorme responsabilidad de defender el nombre de Meccanica Verghera Agusta. Durante diecisiete años seguidos la moto del campeón del mundo de 500 cc. ha sido una MV. El conde paga bien a sus pilotos; pero no le gusta que pierdan.

(Anécdota: En 1972. Phil Read pidió al conde Corrado Agusta (sucesor del fundador de la marca, Domenico) que le permitiera pilotar la MV 500 en una carrera importante, no puntuable, en Silverstone. El conde dijo que sí, pero puso dos condiciones en un telegrama bien sucinto: «No caiga y no pierda». Read, como siempre, cumplió.)

El Conde Domenico Agusta encontró en su nuevo piloto, Mike Hailwood, un hombre tan obstinado y testarudo como él mismo. Hubo desde el principio roces, pero en el fondo, siempre existió un profundo respeto mutuo entre el magnate italiano y el as inglés.

El imperio de los Condes Agusta se basa en la construcción de helicópteros. Es esta su actividad principal. Pero la tercera parte de la fábrica se dedica al desarrollo y preparación de las MV de carreras.

Para Hailwood, las MV son las mejores motos del mundo. «Ha habido motos más rápidas que las MV (Gilera, Guzzi V8, Honda «4» y las nuevas Yamaha «4»), pero jamás han existido motos mejores». Tan buena es la reputación de la marca que una rotura siempre causa incredulidad y un agudo auto-interrogatorio por parte de los mecánicos.

El problema que existía entre Hailwood y el conde se basaba en el amor propio de los dos. Quizá para establecer una ventaja psicológica, o tal vez porque tenía más trabajo que horas el día, el conde solía hacer esperar a Hailwood cada vez que los dos tenían programada una entrevista... algunas veces media hora, otras veces tres horas. Esto no le gustaba a Hailwood, un inglés puntual, pero lo soportaba murmurando entre dientes en el lujoso salón de espera (lo cual, al parecer, bien merecía su nombre).

En una ocasión a Hailwood se le acabó la paciencia. Llegó puntualmente a la hora prevista. La secretaria le informó que el señor conde no podía verle, añadiendo: «Ha dicho que vuelva mañana a la misma hora.» Al día siguiente llegó Mike y la secretaria le dijo que esperara. Mientras esperaba, Hailwood vio que entraban y salían otros que ni siquiera aguardaban cinco minutos para ver al conde. Gary Hocking ya le había advertido que parte del trabajo en MV es saber esperar, y Hailwood trató de tomarlo con filosofía.

«Mister Mike», dijo la secretaria, «el conde Agusta se ha marchado debido a un compromiso de mucha importancia. Ha dicho que...»

Cuando Hailwood llegó el tercer día (a la hora en punto) no estaba de muy buen humor, y cuando la secretaria le informó que el conde estaba en una reunión y que ha dicho que usted tendrá que esperar, el hasta entonces paciente anglosajón se puso rojo de rabia y dejó a la asustada secretaria un mensaje para el conde que la puso roja también. (Hailwood habla una especie de italiano «de los boxes», aprendido de los mecánicos, muy parecido al inglés de Agostini; lenguaje franco, con muy pocos rodeos.)

«Ya estaba en mi coche cuando vi por mi retrovisor a un pelotón de trabajadores de MV siguiéndome en bicicletas y gritando: "Espere "Mister Mike", vuelva, por favor." Parecía que sus vidas dependieran de conseguir que yo no me marchara. »

Y volvió, pero el poderoso conde le hizo esperar media hora más. Hailwood lo soportaba todo por una sencilla razón: la MV 500. Con ella Hailwood reinaba en los mundiales, haciéndose con cuatro títulos seguidos.

Aparece Agostini, «el niño de oro»

Quizá Hailwood y MV no se hubieran separado si no hubiera sido por un joven italiano con aspecto de estrella de cine. Giacomo Agostini, «el niño de oro», era el piloto de los sueños del conde Agusta. Un italiano capaz de ganar el campeonato del mundo de 500. Esto es lo que busca la afición de todos los países, un piloto suyo sobre una máquina suya. De Vries-Kreidler Van Veen, Nieto-Derbi, Kanaya-Yamaha, Rayborn-Harley Davidson, Williams-Norton, etc. Italia se acordaba de los tiempos de Masetti (1950) y Liberati (1957), campeones del mundo, ambos, con Gilera 500, y el conde, como buen patriota, buscaba un piloto nacional con madera.

Agostini, llevando una Morini de fábrica, logró en 1964 adjudicarse el título nacional de 250 frente a Tarquinio Provini (dos veces campeón del mundo) y así llamó la atención de MV. En el ‘65 le ficharon.

Desde el principio, Agostini se mostró como un futuro campeón; pero Hailwood era el piloto número uno. En dos ocasiones el conde ordenó a Hailwood que dejara ganar a «Ago» en carreras italianas, para que este pudiese sumar el máximo número de puntos en los campeonatos nacionales. Hailwood se negó a hacerlo.

«Si Agostini terminaba primero tenía que hacerlo por sus propios méritos, no por órdenes de equipo. Para mí Agostini es el mejor piloto italiano desde los tiempos de Ubbiali. Aprendía rápidamente, tenía mucho coraje y habilidad. Con él he tenido las más fuertes batallas de mi vida profesional.»

A finales de 1965 Hailwood no estaba contento en MV. Aunque las 500 italianas no tenían rival, la MV 350 estaba desfasada y el conde no haría mucho por mejorarla. En 250, Phil Read (Yamaha) y Jim Redman (Honda) mantenían tremendas luchas. Hailwood, rodando en solitario con la MV 500, delante de «Ago», con la segunda MV y las Manx monocilíndricas, se sentía alejado de la verdadera acción. Pensaba en dejar las motos por los coches. Corrió varias carreras de Formula 1 con un BRM-Lotus (siempre con el permiso de MV); pero «Mike the Bike», no quería dejar las motos todavía. Por eso dirige los ojos a Oriente, hacia la nueva meca de la motocicleta: Japón.

Concluida la temporada del ‘65, Honda le invitó a probar en Japón la nueva y jamás vista Honda 500 después del GP de Japón en Suzuka. No hubo carrera de 500cc en el GP de Japón. Hailwood ganó en 250cc con Honda y en 350cc con MV. Y, en las pruebas privadas, impresionó con la Honda 500. Y a continuación se le ofreció un generoso contrato y lo aceptó.

El camello de cuatro cilindros

Después de Navidad volvió a Japón para probar la nueva «4» de 500 cc., pero su primer contacto con el «monstruo» no le causó mucho optimismo.

«Nadie en la fábrica tenía la menor idea de lo mala que era aquella Honda «4», porque nadie había ido deprisa con ella. Honda tenía a un buen piloto probador, un puntero de primera clase en Japón. Este salió un buen día, dio un par de vueltas con la «4» y les dijo a los jefes que era una maravilla. Entonces se marchó para encontrar trabajo en otra parte. De tonto no tenía ni un pelo. ¡Nunca más volvieron a verle!»

Con esta moto, llamada por Mike «el camello», debido a sus pésimas características de manejo, Hailwood tendría que enfrentarse con el joven y veloz Agostini y las espléndidas MV.

Los amigos de Hailwood dicen que nunca duerme bien. Cada media hora se despierta y, para volverse a dormir, escucha música o toca el clarinete. Si no duerme bien, incluso en el mejor de los tiempos, es fácil imaginarle desvelado a las cuatro de la mañana en algún lujoso hotel japonés, escuchando en su radio música exótica del Oriente y pensando en esta potente Honda «4», que brincaba y se retorcía como un caballo salvaje para librarse de su nuevo jinete. Así dejamos a Mike Hailwood en su hotel japonés durante el invierno de 1966, con su radio, su clarinete y sus preocupaciones.

Continuará en la 2ª parte...
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